lunes, 9 de marzo de 2009

Una historia robada...


Esta historia la escuché, como un regalo, al anochecer de una tarde de sábado, ingresada en el hospital. La robé con los ojos cerrados y muy calladita...


... Aún me acuerdo de aquella tarde, era cuando te tenían en la UCI, todo el día dormida, veintitres horas al día completamente dormida, para que te recuperaras del aneurisma. Cuando llegué, tú estabas sedada, él te estaba haciendo masajes, despacito, muy despacito. Paró un momentito y me pidió que controlase el medidor del pulso. "Voy a echarle algo de crema hidratante, le relajará las piernas... ¿te importa controlar que el pulso no pase de cien? Si lo hace hay que avisar...". Le dije que sí, me senté frente a vosotros y busqué el móvil en el bolso para apagarlo. Él empezó a extender la crema por tus piernas, haciendo pequeños círculos, primero por los tobillos, luego por las pantorrillas y seguía con su masaje y... cuando quise darme cuenta, casi ni pude reaccionar ¡tenías el pulso a ciento diez y seguía subiendo, tuve que decirle que parara!


Seguramente soy una cotilla y no tendría que contar historias que no me pertenecen. Pero esta necesitaba compartirla, necesitaba contar como el amor y el cariño pueden trascender un coma inducido en una UCI de un hospital...

1 comentario:

David dijo...

Hola Gloria,

Una bonita historia. Si el ser humano es una máquina, su maravillosa complejidad es mucho mayor que nada que Turing pudiera imaginar :-)

Besos,

D.