lunes, 23 de febrero de 2009

Pastillas Valda


¿De verdad la farmacia de la calle Velázquez tenía una campanilla en la puerta, o es algo que mi imaginación ha añadido a la escena? Da lo mismo, en cualquier caso. Sí recuerdo el par de escaparates, el de la farmacia normal y el que exhibía piezas de ortopedía. Y en que mis ojos sólo se fijaban en el primero: siempre decorado con unos muñecos de plástico que, en mi fuero interno, miraba con la esperanza de que, algún día, lo conseguiría y mi madre accedería, al fin, a comprarme uno de ellos... algún día...

Pero, normalmente, el paso por la farmacia era breve y para comprar pastillas Valda. En su caja de cartón amarilla, con cantos blancos; un dibujo de un par de pastillas, verdes, muy verdes en el frente. Y letras negras con la fórmula y las propiedades medicinales en la parte trasera. La caja venía envuelta en papel celofán y, cuando la abrías, encontrabas las pastillas dentro de otra bolsa. Verdes, muy verdes, eran pastillas de menta, rebozadillas en azúcar y parecían gominolas.

Esa era la imagen que ofrecían en la farmacia, recién compradas. Pero la auténtica, la que de verdad asocio a mi infancia, era la imagen de esa misma caja, al cabo de unos días, dentro del bolso de mi madre. El celofán exterior roto, la cajita arrugada de un modo imposible, la bolsa interior semisolidificada, con las pastillas fundidas entre sí, dibujando lomos de menta increíbles... pedías una y había que "cortarlas" para poder separarlas...

De las pastillas Valda me acordé el otro día, al volver de darle a miniYo su beso de buenas noches en la cama. Mi madre no me daba beso de buenas noches, pero me daba "pastillas Valda de buenas noches" y me dejaba la boca, el sueño y los sueños llenos de olor y sabor a menta... noche tras noche, sin pastilla no se podía dormir... sueños de menta fresca. Mi madre envolvía mis sueños con menta fresca, cada noche.



-"Pues ya lo sabes, entonces, fumo y no tengo nada más que decir..."
No le estaba mirando y ella tampoco me miraba a mí.
-"¿Por qué?"
Ya estábamos...
-"Pues porque me da la gana, por fastidiar, porque no es algo que decidas tú, y porque me apetece..."
Bien por mí, si sigo así seguro que la convenzo de que soy una tía de lo más madura y seria... ¿por qué se lo tiene que tomar así?
-"¿No te he dado siempre información sobre el tema? ¿No he procurado explicarte siempre los peligros del tabaco?"
-"Sí, y tu marido bien que me ha fumado siempre encima..."
-"No hablo de tu padre, a mí no me habrás visto fumar nunca, ni en una boda, ni en ninguna circunstancia. En fin, allá tú, es tu vida..."



Del sentimiento trágico de la vida, o de como no es muy sano dormirse para la siesta las películas chungas de Antena 3 y Tele 5. Vale, me explico: cuando empecé a pensar en dejar de fumar y luego, cuando ya lo había dejado, en ocasiones me asaltaba la idea de que el día menos pensado me iba a encontrar una sorpresita como ésta... igual sólo una excusa más para demorar la decisión de dejarlo del tipo "Ya verás, lo dejarás pero ya estarás pillada y cuando estés más confiada saldrá el payasete de la caja resorte con una gran nariz roja, riéndose de ti..."¡¡SoooooooorpresaAAAA!!"

No deja de ser otra forma de engañarse para no dejarlo, claro, aunque a los tres días de haberlo hecho ya haya mejorado tu calidad de vida y ya haya merecido la pena (incluso a pesar del mono, eres capaz de reconocerlo). Pero la mente tiene extrañas formas de retorcerlo todo y de hacerte permanecer en decisiones erróneas, con las excusas más estúpidas. En mi caso, salí de ahí y es una de las cosas de las que me siento más orgullosa; a pesar del cáncer y salga como salga todo este lío. Me demostré que podía hacerlo y, sobre todo, gané siete años de calidad de vida, de volver a respirar, y poder hacer a gusto tantas pequeñas grandes cosas: nadar, correr... jugar tranquilamente con mi hija, lo mejor.

Cuestión aparte fue la tontería de empezar. La conversación anterior no contendrá los términos exactos que discutí con mi madre, pero sí fue muy parecida a lo que he escrito. Lamentable, ya lo veis. Lo tenía todo a mi favor y yo lo único que quería era una madre normal, que fumara un pitillo de vez en cuando y no me montara una tragedia al enterarse de que yo fumaba. No sabía apreciar a la madre que tenía, a la madre que tengo. Igual me venía grande y era demasiado generosa para mí. Me gustaría ser capaz de conseguir transmitir algo de todo esto a María; el otro día pensaba que merecería la pena si con esto conseguía no fumara, aunque tengo claro que es algo en lo que acabará decidiendo ella. Al fin y al cabo, yo tampoco supe aprovechar la experiencia de lo que le pasó a mi padre con el tabaco. Aunque creo que María es más sensata que yo.

Es una sensación rara. Por un lado, no me apetece colgarle mis alforjas, ya tendrá bastante con las suyas. Por otro, quiero prevenirla para que no llegue a sentirse tan imbécil y destripa ilusiones como yo me siento al pensar en mi madre, al pensar en todo lo que peleó para que yo no fumara. En todos los sueños de menta en los que me envolvió, aunque yo me empeñara en cambiarlos por nicotina y alquitrán.

Por ti me voy a pelear, mamá. No quiero desilusionarte.

6 comentarios:

Tomas Eroles dijo...

Lo que quieran hacer los hijos es algo que no se puede controlar. Al fin y al cabo son threads que no controla quien los genera, o más bien deja de controlarlos una vez que han consumido cierto número de ciclos y empiezan a valerse por sí mismos.
No lo digo como padre, sino más bien como hijo.

Lo importante (emho) es no empeñarse en vivir con las alforjas llenas de remordimientos y de preguntas en condicional.

Animo y adelante, Glo!

Señor R dijo...

Vale, ya lo has hecho. Ya tenido tu momento "Nunca debí de hacerlo" "Quien me mandó a mí"....

Ahora ya te puedes olvidar de eso y concentrar toda tu energía mental en ponerte bien :)

Es curioso, yo fuí fumador durante doce años y este verano hará siete que lo he dejado.......

Saludos.

Don Serafín dijo...

Un pequeño paso más en tu recuperación :-))
Si todo se basa en ir curando pequeñas heridas para salir del paso airosa. ¡¡Si ya lo dice el Cálculo Infinitesimal!! La suma de infinitos puntos pequeñísimos dan como resultado un segmento larguíiiisimo ;-)
Bicos desde Esteiro

Víctor Alós dijo...

Pues mira que en mi caso fue distinto.
Soy el único de mi familia que no fuma: mi madre, mi padre, mi hermano...
Y todos me miraban con cara rara porque no fumaba en las bodas ni nada de eso, como hacía el resto de la chiquillería...
Tengo una amiga que me dice una y otra vez que soy raro. Y mira, que me alegro de serlo...
Un saludín y ánimo, que los retos están para superarlos y no para dejarse vencer por ellos.

Angie Prewett dijo...

Uff, mi novio tiene una lucha continua con su familia en su casa porque todos fuman menos él. Es entrar en su casa y notar el olor a tabaco. Él vive amargado con eso porque tiene intento frustrados de hacerles entender que si quieren fumar es su problema pero que lo hagan afuera leñe. Y yo añado: con la enoooooorme terraza que tienen afuera...
Seguro que Maria se lo pensará muchisisisismo antes de embarcarse en algo así, y al final optara por ni siquiera probarlo. Se ve que es muy lista ^^

Besoteeees!

Lorena dijo...

Y es verdad, que tienes una madre que es un encanto y que te adora, se le ve en los ojos cuando te mira, desprende toneladas de amor...
Nunca fumé porque mi abuelo me dió una lección que aprendí casi a la fuerza, mientras le faltaba el aire por las mañanas y le invadía el miedo a la asfixia, me decía: "no fumes nunca si no quieres pasar por esto" y chica,mano de santo, en esas circunstancias cualquiera no se lo aprende...Besotes.