miércoles, 10 de diciembre de 2008

Intolerancia



No parece por consiguiente aceptable que los españoles lleven la intolerancia en "la masa de la sangre". Es una afirmación inexacta que retrotrae la cuestión a un supuesto previo y anterior. ¿Existe realmente esa intolerancia? Yo creo que sí, que existe, pero que es intolerancia de gente que, como hemos visto, no son de suyo intolerantes. En mi opinión, la intolerancia española procede del pesimismo moral de los españoles respecto de los españoles. Lo primero que se dice a una adolescente española cuando sale con amigos o compañeros es "tú no te fíes". Al muchacho que va a estudiar a la capital le aconsejan que "no se fíe de nadie" y en el lenguaje familiar se le dice a veces, a mi juicio con exageración, "tú no te fíes ni de tu padre".

La desconfianza moral es correlativa a una inseguridad casi absoluta. A veces el español se descuida y le quitan la novia, le birlan el empleo o coge una pulmonía, y se dice fue un descuido, que olvidó el sabio consejo de validez permanente de "tú no te fíes ni de tu padre". La fuerza de esta desconfianza moral lleva, inexorablemente, al dogmatismo intolerante. Poco a poco, gracias a esta peculiar educación sentimental, se desconfía de todo aquel que no pertenece a la capilla, que no está en el grupo cerradísimo de personas que por necesidad han de confiar los unos en los otros.


La intolerancia de los españoles, Enrique Tierno Galván.



Cuando ejercías ayer de Pepito Grillo, acabé pensando que buena parte de eso que me echas en cara podría ser debida a mi educación, al tantas veces repetido "¡Cómo puedo tener una hija lista tan tonta!" o al no menos convocado "Si es que se te comerán hasta el hígado de fácil que pones que se aprovechen de ti... ". Y pensé en este artículo de Tierno Galván que publicaron este fin de semana en El País. De él saqué el párrafo, porque puede que ese sea mi problema.

No estoy diciendo que tú seas una persona más confiada. Sólo que tu desconfianza tiene otra forma de manifestarse; posiblemente, una forma más inteligente, aguda y eficaz de manifestarse. Mi desconfianza se parece demasiado a la de una niña que teme que le quiten algo y no encuentra mejor forma de defenderlo que esconderlo en el bolsillo más secreto de su mochila y poner mala cara y gruñir a todo el que mira (y si se le ocurre tocarla, ni te cuento) hacia esa mochila, sepa o no sepa que guarda un secreto, esté o no interesado en quitarme ese algo... Tengo pocos recursos.

Pero es que no me hace falta que me lo digas. Ya lo sé. Y, de hecho, si soy yo la que me lo digo me acusas de autofustigarme. Te lo dije ayer: de nada me sirve el médico que me dice que tengo gripe (seguramente ya lo sabía, cuando fui a la consulta), si no me da un tratamiento eficaz y práctico para quitarme la gripe de encima.

Necesito eso. Una forma de vacunarme. Y, si fuera tarde para la vacuna, una forma de curarme. Algún tipo de pauta que me obligue a parar y pensar. Que no, que he dicho que me obligue. Tus recomendaciones y buenos deseos no me obligan a nada.

Los míos, menos aún, por lo que se ve...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y luego estamos los que pecamos por confiados... pero es que con una desconfianza total yo no puedo vivir.

Orchata dijo...

(Oh, es cierto, no había leido la coseja de los anónimos y los 15 días)

Vale, pues te debo un café. A disfrutar las vacacioncillas, a reoxigenarse y a ponerse morá de turrones, mazapanes y demás cerderías. Amén!

servidora dijo...

A ver si es cierto lo del café...

Por cierto, bicha, en el concierto de Kiri Te Kanawa, en los bises nos cantó lo de "Oh, mío Babbino caro" y me puse perdida de lagrimones por culpa de un vídeo que me dejó un chico muy morenazo y muy sexi en la puerta del despacho.. :-D Anda que... ;-)