miércoles, 12 de noviembre de 2008

Yo no estudio para saber más, sino para ignorar menos



Desde que tengo uso de razón, mi afición por el aprendizaje ha sido tan fuerte y violenta que ni siquiera las recriminaciones de otras personas… ni mis propios reproches… me impidieron que siguiera esta inclinación natural que Dios me dio. Sólo Él cono­ce el porqué, y también sabe que le he implorado que me quite la luz del discernimiento, que me deje únicamente la necesaria como para cumplir con su mandato ya que, según algunos, todo lo demás es excesivo para una mujer. Otros afirman que hasta es pernicioso.


Juana Inés de la Cruz. Réplica al Obispo de Puebla (1691), que había criticado su trabajo erudito por ser inapropiado para su sexo.



A la hora de comer, me encontré con esta noticia en el periódico:

"Atacan con ácido a quince niñas en Kandahar por ir al instituto".


Me desanimé... ¿cuántos años nos va a tocar seguir peleando? Recordé una anécdota que he procurado tomarme a risa durante muchos años, pero que no puedo sacar de mi cabeza. Debía de tener yo unos treinta años, creo; el caso es que ya llevaba como cuatro dando clases en la universidad, cuando mi madre me contó una discusión que acababa de tener con el vecino del tercero. En pocas palabras, el hombre vino a decirle: "Señora, su hija le ha estado engañando todos estos años. No es posible que sea profesora de informática en la universidad, ni que haya estudiado esa carrera, que la estudia mi nieto y ¡es demasiado difícil para que la estudie una mujer!"

Algún día, Juana. Algún día, Shamisa. Algún día, Atefa. Algún día, María. Algún día, Gloria. Algún día...


Era una muchacha bonita, de pelo oscuro y estatura mediana. Llegó a su período de orientación con una gran avidez por aprender de todo. Se propuso ampliar su educación e inscribirse en todos los cursos posibles aparte de los que constituían su interés central: matemáticas, física e ingeniería. Sin embargo, se le planteó el problema de lo difícil que resultaba hablar de física -y, mucho menos, discutir del tema- con sus compañeros de clase, en su mayoría varones. Al principio reaccionaban ante sus comentarios con una suerte de desatención selectiva. Se producía una mínima pausa, tras lo cual proseguían hablando como si ella no hubiese abierto la boca. Ocasionalmente se daban por enterados de algún comentario suyo, o incluso lo elogiaban, para luego proseguir como si nada hubiera pasado. Ellie estaba segura de que sus opiniones no eran del todo tontas y no quería que le hicieran desaires o la trataran con aire de superioridad.


Carl Sagan, Contact.




8 comentarios:

Mars Attacks dijo...

Si sirve de consuelo (que imagino que no), hay mucha gente que hace tiempo que sólo ve personas, y les da la misma rabia que te puede dar a ti leer esas cosas, saber que pasan esas cosas.

¿Cuántos siglos quedan? Los que queramos.

Señor R dijo...

Lo malo es que gilipollas va a haber siempre......

servidora dijo...

Si atacan a niñas con ácido, son algo bastante más fuerte que gilipollas :-(

Niña hechicera dijo...

Hola servidora,accedo a tu espacio a través del de Guti, en mi búsqueda de nuevas búsquedas que leer..en común contigo,que también soy profesora-entre otras pasiones- que también fuí a colegio de monjas y contestaba eso de "servidora" y que fuí capaz de bordar una bolsa de pan punto de cruz.
Me encanta Sor Juana Inés,y quizás, si tienes curiosidad por conocer más perfiles de mujeres que han dejado su granito de arena,te podría recomendar el
libro de Angeles Caso "Las Olvidadas"...quizás lo conoces....

Un saludo.

servidora dijo...

Pues muchas gracias por la visita. Y por la recomendación, me la anoto :-)

Y pásate cuando quieras, estás en tu casa :-)

Anónimo dijo...

Sería bonito que algún día no quedara ningún estrecho de miras...

Anónimo dijo...

No hay estrechos de miras. Hay gente que se ha estancado en lo que le gustaba, que es muy distinto.

Por eso siempre habran idiotas, porque siempre hay alguien a quien los cambios no le gustan.

Calamidad dijo...

Y lo peor, yo creo, no es que el machismo venga de los hombres (que también) sino que venga de las propias mujeres. Tengo yo una compañera en el trabajo (¡dos años más pequeña que yo!) que opina con total convencimiento que las mujeres son inferiores a los hombres por el simple hecho de ser mujeres. Tal cual.

Me apuntaré la reseña bibliográfica de Rose pues la frase de Sor Juana Inés de la Cruz (que para mí hasta hoy era una calle de Madrid básicamente) me ha llegado al alma. A ver quiénes más son esas olvidadas.

Besote. Cal.