sábado, 27 de septiembre de 2008

Sueños de tarde de otoño



El capitán Howlett echó hacia atrás su sombrero. Todavía jadeaba por el esfuerzo de subir las escaleras; pero si estaba en lo cierto, tenía que aparecer la marca que había dejado en la pared la última vez que había recorrido aquel mismo pasillo. Enfocó con la linterna la pared izquierda y la buscó con la vista. Efectivamente, allí estaba. Se permitió una sonrisa al ver que parecía confirmarse el plano de la biblioteca que había ido dibujando en su cabeza, mientras recorría pasillo tras pasillo y subía y bajaba interminables tramos de escalera... tamborileó ligeramente con los dedos en la pared, como si estuviera comprobando que la marca no era una ilusión. Podía tomarse un respiro. Se dejó caer en el suelo y allí, sentado y algo más relajado, procuró fijar mentalmente el esquema del edificio.

La planta principal tenía forma de X. Pero le había parecido mucho más complicado al comenzar a recorrer los pasillos que surgían de los extremos del aspa y que unas veces llevaban a otro piso distinto y otras, le mantenían en el mismo. Ahora que había podido orientarse, reconoció que no era tan difícil de recorrer, pero también era cierto que le costó no caer en las mil pequeñas trampas que se escondían en recovecos y esquinas. Se había encontrado espejos curvos, puertas cegadas, y tramos aparentemente ascendentes que, al doblar una esquina, cambiaban bruscamente y le devolvían a pisos inferiores. En muchos tramos, a la oscuridad y el polvo se unía la sensación asfixiante de falta de aire, como si aquellos pasadizos no hubieran sido recorridos por el aire fresco en años. Pero una vez localizadas las escaleras de caracol en uno de los laterales, la sensación de estar perdido desapareció y fue capaz de orientarse sin equivocaciones. Fue cuando comenzó a dejar marcas e inició un último recorrido de reconocimiento, el que acaba de finalizar en ese momento.

Allí sentado en el suelo, bajo la marca que acababa de confirmarle que tenía razón, el capitán trazó mentalmente un itinerario que le permitiera recorrer de forma sistemática el edificio. En esa biblioteca tenía que estar el libro perdido del Dr. Jackson, y sin el libro no cabía esperanza... debía barrer todos los anaqueles sin dejar ni uno y procurar no pasar por alto ni una sola de las pequeñas salas que se abrían ocasionalmente en ángulos y que no siempre se distinguían en una primera ojeada. Ahora lamentaba no haber prestado crédito a aquel extraño individuo que se ofreció a venderle información sobre cómo encontrar el libro. Y de nada le sirvió arrepentirse; cuando volvió a buscarlo y pudo verle por última vez, no tenía muy buena cara... después de que alguien lo hubiera tomado como blanco al vaciar el cargador de su pistola.

Alguien quería que el libro no apareciera pero, ¿quién? Tenía un buen montón de preguntas, además de ésta. Ni siquiera sabía cómo era aquel libro, qué aspecto tenía; ni siquiera estaba muy seguro de qué haría con él cuando lo encontrara, quién podría interpretar la información que almacenaba y si ésta serviría realmente para construir la nave, pero si querían...



-"¡Niño! Baja, ya está la cena."

Hubo un movimiento muy lento bajo la ventana, al tiempo que se oía un pequeño bufido. La ventana dejaba pasar la luz amarilla de una farola y, bajo esa luz tenue y cálida, el libro dejó de ser la puerta interdimensional a un mundo paralelo y la página volvió a ser un rectángulo de papel blanco con pequeñas letras negras, entre las que el capitán Howlett podría estar tan perdido como lo había estado en aquella biblioteca. La llamada de la abuela volvió al niño a la realidad y abandonó el hueco bajo la ventana para bajar a la cocina. Su hueco bajo la ventana, el hueco iluminado por esa luz cómplice que le acompañaba como pasaporte a otros mundos, cuando desaparecía el Sol y no le permitían encender la bombilla. Y es que, en otoño, los días son más cortos. Pero una farola puede alargar los sueños.

4 comentarios:

Señor R dijo...

¿Que pasa aquí? ¿Trabajas para el ayuntamiento o qué? Esto sta mas parao un lagarto al sol

servidora dijo...

Han empezado las clases... y como parecía que nadie comentaba nada, pues me hacía la interesante ;-)

pikinb dijo...

El echo de no comentar no quiere decir que no se te lee ;)
"Sueños de tarde de otoño" es de tu creacion?

kiss

servidora dijo...

Bueno, salvo que estuviera poseída, sí ;-)

Sí, cuando no pongo nada (ni referencias a libros, ni a autores), es de mi cosecha :-)