jueves, 23 de agosto de 2007

Miel


Tengo la boca llena del sabor de la miel mientras escribo esto. Es uno de los placeres que me regalo desde hace... creo que desde casi siempre. Una rebanada de pan del horno de Manolita, queso fresco y miel por encima, en la cocina de la casa de mi madre, sin darme casi tiempo a sentarme. Y con los ojos cerrados.

Supongo que una de las formas de saber que algo te gusta de verdad es darte cuenta de que necesitas cerrar los ojos para disfrutarlo... ¿Cuántos besos habéis dado con los ojos abiertos?

Pequeños placeres, pequeñas vidas salpicadas con esos pequeños placeres. Como poder tumbarte al sol y quedarte completamente quieta mientras notas los rayos concentrados en alguna parte de tu cuerpo, que nunca eliges tú. Como encontrar un tela suavísima y poder pasarla entre los dedos, una y otra vez. Como abrir un bote de cacao y sentir el aroma a vainilla. O cuando la risa sale sola, sin forzarla, desde el centro de tu estómago. También se cierran los ojos para adivinar la caricia del aliento de un amante en el cuello, cuando ni siquiera te ha tocado su boca, tan cercana y tan lejos...

Ya sé que tendré que ir al cuarto de baño, lavar los dientes y dejar de notar el sabor a miel en la boca si no quiero criar una caries. También sé que hay que ir por la vida con los ojos abiertos. Pero es bueno cerrar los ojos y soñar, de vez en cuando.

3 comentarios:

servidora dijo...

Al que me rompa el mágico encanto haciendo notar que es imposible estornudar con los ojos abiertos ¡le doy! :-D

Buenooooo... bien pensado... ¿no os quedáis muy a gustito después de un buen estornudo? :-D

Mars Attacks dijo...

Pues no. Sólo pasaba para decir que, por un día que no te laves los dientes, no creo que críes una caries. Date el gustazo alguna vez.

servidora dijo...

Pues no sé... pero al final estás más cómoda con los dientes limpios que relamiéndote. Así que mejor hacerse a la idea de un ratito de miel para disfrutar y luego, a lavarse los dientes para que no nos duelan.